Hoy te contaré la historia de un niño llamado Santi. Encontré a este renacuajo chiquico al dar la vuelta a la esquina, después de desatender mis llamadas perdidas. Acudió pronto, raudo, un paso tras otro, casi atropellándose a sí mismo. Sus pies funcionaban con naturalidad y pereza extraordinarias, aunque no lo creas. Me miró como si hubiera sido ayer el último día, más, hace sólo un rato, y su sonrisa sacudió mi entrepelo y las burbujas solidarias de emoción se escaparon de entre mi flequillo y el resto de mi cuerpo y subieron por el aire. Poesía multicolor, explosión de colores en sus pies. "¿Vuelvo a casa?", me dice. "¿Me cambio, o así estoy bien? Mira, llevo dos chancletas diferentes, una en cada. No sé qué hacer, son de distintos colores. " "No, Santi, te quedan bien. Si fueran de distinto modelo te diría Vamos a tu casa y haz el favor de ponerte otra cosa. Así, como vas, ojalá yo tuviera dos colores distintos para el mismo calzado y lo co