El Momento
Me encontré con ella poco después del atentado. No se inmutó. Su pelo ya no era multicolor, era negro, sólo negro. Sin brillo, sin reflejos, negro. Sus párpados, pesados, cayeron con parsimonia acompañados por sus pestis-pestos-pestañas. Que sí, que eran así, ni más ni menos. Eran pestis-pestos-pestañas. Patitas de Araña prominentes y delicadas. Un abanico multicelular curioso y postizo, mas con pedigrí. Los pelos en cuestión correspondían al homenaje que de ellos se había disfrutado en una edición especial anterior. No era numerada pero era diferente. Cara sí, aunque no tan metódicamente estudiada como los estuches blindados de las otras tiendas. Aún así, eran bonitas.
Subió la barbilla y abrió los ojos alzando su rostro entero, soberbia, entera, dispuesta. Giró su cabeza, primero hacia su izquierda, después a su derecha; después la volvió a girar. Quedó quieta. Estatua rígida de cartón piedra. Su media melena me mareó, me dispersó, aleló mis sentidos e incendió mi sistema de vías de escape. Sólo ella me hacía sentir así.
Disparé mi cámara rápidamente y me fui.
Autora: © Maite Perez-Pueyo
Autora: © Maite Perez-Pueyo
Comentarios
Besicos
¿Hasta pronto?